jueves, 21 de junio de 2012

El secreto está en los ojos (Ciencia)




El secreto está en los ojos

Juan Luis Ursuaga es paleontólogo, miembro del equipo de investigaciones de los yacimientos pleistocenos de la Sierra de Atapuerca y premiado, en 1997, con el Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica.

Cuando nos proponemos a reconstruir un ancestro fósil que solo conocemos por los huesos nos vemos obligados a reflexionar. Es por lo tanto una buena práctica y me alegro de colaborar de vez en cuando con uno de los artistas que devuelven a la vida las especies desaparecidas. Se trata de uno de esos remotos antepasados africanos que llamamos australopitecos y hay que empezar por preguntarse qué aspecto general les damos.
En los últimos tiempos el aire que tienen es el de “chimpancés bipedo”, con mucho pelo por el cuerpo. El paisaje suele ser de selva porque sabemos (esto no es una mera conjetura) que pasaban mucho tiempo en ella y se alimentaban de los frutos maduros de los árboles y arbustos, así como de vegetales tiernos.

La estatura no era muy grande, como la de un chimpancé en el caso de las hembras y algo más en el de los machos. Parece que las diferencias de tamaño entre los sexos eran mayores que en los chimpancés, pero seguramente menores que en los gorilas.

¿Cómo serian sus labios?
La postura bípeda estaba perfectamente conseguida, pero eso no excluye que se subieran a los árboles por seguridad o para alimentarse.
Los caninos eran pequeños en los dos sexos, lo que sorprende mucho y todavía no tiene una explicación definitiva, ya que no fabricaban herramientas de piedra que los sustituyeran.
La cara es muy parecida a la de los chimpancés, es decir, proyectaba o prognata. Su nariz no sobresalía y esto les hacía parecerse mucho facialmente a los grandes simios. Hay que esperar hasta la llegada del Homo Erectus para ver narices prominentes como las nuestras.
¿Cómo serian sus labios? ¿finos como los de los simios o gruesos como los nuestros? Lo que nos lleva a preguntarnos para qué sirven unos labios gruesos, por qué fueron seleccionados. Los labios gruesos sirven para besar, ¿estará ahí la explicación?.
Y así llegamos a lo que más me interesa en este artículo: los ojos. En todos los simios el color del iris es similar al de la esclerótica (oscuro), mientras que nuestra especie se distingue muy bien el iris del blanco del ojo. ¿Por qué? A un chimpancé no le interesa que otros sepan hacia dónde está mirando porque podrían descubrir cuáles son sus propósitos (¿una hembra?, ¿una fruta?). Para que eso –adivinar las intenciones del otro- sea posible es necesaria la facultad mental de ponerse en el lugar del que está enfrente y mira hacia nuestro lado o por encima de nuestra cabeza.

No es poca cosa, y se pensó durante mucho tiempo que solo lo podíamos hacer los seres humanos, pero ahora sabemos que también los chimpancés tienen esa capacidad. Por eso, para evitar que se descubran los movimientos oculares, el iris no se distingue de la esclerótica.
En cambio, nosotros señalamos con el dedo, también con el ojo, permitimos que los demás sepan adónde miramos, compartimos con ellos nuestra información.
Pertenecemos a una especia mucho más social y gracias a ello los seres humanos hemos llegado hasta aquí.

Información y reportaje incluidos en el número 27 de la revista Redes para la Ciencia (Revista de divulgación de Eduard Punset)


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